Encontrar el punto óptimo entre puntos de vista y valores al ofrecer educación sobre salud sexual
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Este artículo fue preparado por Mallory Gibson, Coordinadora de Impacto Comunitario de Fact Forward, en colaboración con el RHNTC. Fact Forward (en inglés), beneficiaria de una subvención de la Red de Impacto e Innovación TPP20, financia a organizaciones de Carolina del Sur que apoyan la implementación de una educación sobre salud reproductiva con base en la evidencia.
He oído que los líderes religiosos querían recursos o un programa que cubriera las ITS, los embarazos adolescentes, el VIH, el VPH, etc. Y dijeron “Sí, sí. Todo eso”. Entonces le pregunté: “Muy bien, quieren que los jóvenes tengan información sobre todos estos temas, ¿y qué les impide a ustedes hacer algo para ofrecerles este tipo de educación?”.
No se trataba de si querían o no que los jóvenes aprendieran sobre estos temas. Todo el mundo está de acuerdo en que son importantes. La cuestión tiene más que ver con cómo ocurre esto. Se necesita mucho trabajo y esfuerzo para lograr el compromiso de implementar un programa de educación en salud sexual.
A veces, la barrera son los niveles de comodidad. Otras veces, es la financiación. Hay tantas razones diferentes por las que las iglesias, las escuelas o las organizaciones comunitarias no hacen esto. Lo que realmente estaba tratando de averiguar es: “¿Qué estarían dispuestos a hacer? ¿Qué es lo que quieren? ¿Qué consideran importante?” Pero también: “¿Qué hará falta para convertirlo en realidad?”.
La iglesia puede ser un lugar seguro para una persona joven. Los líderes religiosos han dicho que les gustaría que los jóvenes recibieran educación sobre salud sexual, pero al mismo tiempo quieren respetar las opiniones de todos.
Entonces, lo que estamos tratando de averiguar es cuál es el punto intermedio óptimo entre los diferentes valores y puntos de vista. Encontrar puntos comunes al servicio de la juventud, para avanzar sin que nadie sienta que se le ha faltado el respeto. Queremos respetar a todo el mundo.
Otro gran desafío es lograr que los jóvenes hagan cosas y tener datos que demuestren si eso funciona o no. Como alguien con experiencia en el ámbito de los datos, a veces es frustrante no contar con todos los datos, ya que si la gente no participa no hay datos para analizar y evaluar el impacto. No tenemos ningún control sobre si las personas cursan o no un programa o realizan actividades de evaluación. He encontrado ese desafío en muchos programas juveniles en general: lograr que los jóvenes quieran comprometerse a participar.
Y si los jóvenes no sienten que “vale la pena”, no participan. Es mucho trabajo y compromiso, pero si hay estructura y tutoría, es más atractivo. Cuentan con una persona externa que les ofrece orientación. Los mentores ayudan a mostrar que están participando en algo importante.
—Mallory Gibson, Fact Forward
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